12-06-2023
El macizo de Arno es un cordal de montes calizos que presentan formas peculiares y albergan una rica biodiversidad ligada, fundamentalmente, al encinar cantábrico.
El macizo de Arno no pasa desapercibido para quien transita por la autopista A-8 entre Mendaro y Deba: la figura cónica de sus montes, cuyas pendientes se desploman valle abajo hasta encontrarse con el río, y los afloramientos de la roca caliza, tapizada por un bosque tupido y uniforme, son imágenes muy familiares para cualquiera que frecuente esta saturada vía de tráfico. Su cara más desconocida es, paradójicamente, aquella a la que es más fácil acceder desde Kalbariogaña, el barrio de Olatz (ambos en Mutriku) o desde Mendaro o Markina-Xemein, por citar algunos de los puntos donde podemos partir para visitar este paraje tan singular.
La pequeña cordillera costera tiene como cúspide el monte Kanpantzar (628 m de altitud), que se rodea de otros picos como Birular, Arnoko gurutzea, Banderako punta u Olitturri. Desde la distancia, llama la atención la morfología de sus montañas, erosionadas en forma de pirámide por la lluvia que, gota a gota, disuelve lenta e implacablemente la roca caliza que las compone. Este tipo de modelado del paisaje recibe el nombre de karst y Arno es un lugar inmejorable para conocer sus elementos más distintivos, como son las dolinas, los lapiaces, los poljés o las cuevas.
Una mirada cercana, sin embargo, revela que ese bastidor calizo se viste de encinas, labiérnagos, aladiernos, laureles y lianas; algunas de las resistentes especies que son capaces de medrar en un ambiente seco y cuyos suelos apenas tienen unos decímetros de profundidad. El encinar de Arno tiene más de 550 hectáreas y es el bosque más extenso del Geoparque de la Costa Vasca. Por su gran valor ecológico, desde el año 2013 el macizo de Arno es Zona Especial de Conservación de la Red Natura 2000, el conjunto de lugares protegidos más importante de Europa.
El encinar de Arno es un bosque intrincado, formado mayormente por encinas cantábricas, de una subespecie diferente a aquellas que pueblan, por ejemplo, las dehesas del interior de la península ibérica. Se trata de un árbol especialmente adaptado a las difíciles condiciones de vida que ofrecen las solanas de los escarpes calizos cercanos al Cantábrico, de gran insolación, donde el agua se pierde con rapidez entre los intersticios de la roca y donde los acúmulos de tierra son escasos. La encina, y otros árboles esclerófilos que la acompañan, enfrentan estas duras condiciones minimizando el consumo de agua y desarrollando estructuras que dificultan su pérdida, como lo son sus hojas duras y recubiertas de una cutícula protectora que evita la transpiración.
Como es de imaginar, lo frondoso del bosque da cobijo a una gran cantidad de especies animales que buscan allí pasar desapercibidos, alejados de la mirada humana. Sólo con paciencia y sigilo, sin importunarlos, y a veces sólo a través de sus rastros, descubriremos que el macizo de Arno es el hogar de tritones, sapos parteros comunes, lagartos verdes occidentales, culebras de Esculapio, garduñas, gatos monteses europeos y también de especies cuya supervivencia está muy amenazada como el milano real, el alimoche, diversos murciélagos de herradura o el murciélago de cueva.
Para conocer con detalle el macizo de Arno desde el Geoparque de la Costa Vasca existen dos entradas principales y desde cualquiera de ellas se puede seguir con seguridad algún itinerario balizado. La primera opción parte del barrio del Kalbario de Mutriku, en dirección al oeste por el Camino de Santiago hacia el núcleo de Olatz, un valle hundido o poljé que también pertenece a Mutriku. Desde el propio Olatz, donde se puede realizar una visita guiada, arranca la segunda propuesta de itinerario, un recorrido circular marcado con el código PR-GI47 y que en unas dos horas, según la condición física de cada cual, nos desvela el pasado geológico, la biodiversidad y los usos tradicionales de un valle hasta hace pocas décadas casi aislado. Por último, la tercera alternativa también parte del Kalbario y sigue el Camino de Santiago durante unos kilómetros; sin embargo, en el collado de Aparain deja a un lado las flechas amarillas que apuntan a Galicia para seguir las marcas del PR-GI22 que nos permite acceder a las cumbres más emblemáticas de la cordillera.
Así que, la próxima vez que pases por la autopista, planea un desvío y ve a conocer el macizo de Arno. ¡No te arrepentirás!