Biodiversidad: de las palabras solemnes a los resquicios más diminutos

24-05-2024

Biodiversidad: de las palabras solemnes a los resquicios más diminutos

Mayo es el mes elegido por las Naciones Unidas para conmemorar el Día Internacional de la Biodiversidad. En mayo también se celebra habitualmente la Semana de los Geoparques Europeos, una iniciativa para dar a conocer a la ciudadanía el patrimonio natural y cultural de los geoparques europeos. Pues bien, este año estas dos celebraciones se han unido en el Geoparque de la Costa Vasca, entre otras cosas, para acercar al público la rica diversidad biológica del territorio.

A menudo, cuando hablo de lo que es la biodiversidad con los que me rodean, me doy cuenta de que la mayoría la relacionan con el número de especies de seres vivos que habitan un lugar determinado. Y aunque la respuesta no es incorrecta, sólo refleja un aspecto del término; porque la palabra biodiversidad tiene un significado más social o político que científico. Se trata, por tanto, de una reivindicación que desde mediados de la década de 1980 trata de valorar la diversidad de especies, la diversidad de ecosistemas y la diversidad genética, ideada en gran medida para hacer frente a su destrucción y extinción.

Es cierto que la diversidad ecológica es un parámetro que ayuda a medir la diversidad interna de un determinado ecosistema, o de la comunidad que lo habita. Pero esta diversidad no es sólo el número total de especies de un lugar determinado, pues está estrechamente relacionada con la abundancia relativa de cada una de ellas (los cálculos más sofisticados tienen también en cuenta el tiempo de divergencia evolutiva entre especies). Y esa prosperidad depende, desde luego, de las relaciones entre los seres vivos de ese ecosistema: ser presa o depredador; reproducirse con éxito o morir sin descendencia, cooperar o vivir a costa del otro... Tan fácil de entender como eso.

Los números indican que un ecosistema con poca diversidad muestra pocas especies principales y que la abundancia del resto desciende rápidamente. En los ecosistemas de gran diversidad, en cambio, numerosas especies muestran una abundancia mucho más regular.

¿Hasta aquí todo se ha entendido bien? A fin de resumir, se puede medir la diversidad de un ecosistema, por lo que se puede calcular utilizando fórmulas más o menos complejas. Además, de estas estimaciones se deduce que cuantas menos especies vivan en un ecosistema, más pobre será el ecosistema en cuanto a diversidad, y que la desaparición de especies de él aumentará el nivel de pobreza. Esto último ha ocurrido en muchos ecosistemas y la destrucción se ha convertido en la principal motivación de la reivindicación de los movimientos de lucha por la naturaleza; hasta llegar a proponer el término de lo que hoy se llama biodiversidad, o poner ante el espejo un término más complejo de lo que parece, como he señalado anteriormente.

Cuantas menos especies vivan en un ecosistema, más pobre será el mismo en cuanto a diversidad

Sin embargo, lejos de la palabra técnica que puede llevar a alejarse de la cuestión, y que quizá sea imprescindible para entender el concepto en su conjunto, en la Semana de los Geoparques Europeos hemos querido invitar a la ciudadanía a disfrutar de la biodiversidad. Para observar el entorno con calma, para estar atentos a los sonidos de la naturaleza, para dar la oportunidad de extraer los olores anclados en la memoria, para detenerse al borde del camino y observar lo más diminuto..., porque muchas veces la esencia de la vida se refleja en lo más simple. En el Geoparque de la Costa Vasca existen numerosos lugares para disfrutar y aprender de la naturaleza, tanto en espacios protegidos como fuera de ellos. En Mutriku, Deba o Zumaia, decenas de caminos, rincones e intersticios os permitirán apartaros del mundanal ruido.



Si quieres picar en el anzuelo lanzado desde estas líneas, venir al Geoparque y conocer estos hábitats, aquí tienes algunos de los delicatessen ofrecidos por la carta de nuestro menú:

  • En el litoral comprendido entre Deba y Zumaia se encuentra el Paisaje Natural Protegido del mismo nombre, que además de millones de años de historia geológica, constituye también un escaparate de ecosistemas extremos entre el mar y la tierra. En las fisuras y cornisas de los acantilados hay plantas que han desarrollado sorprendentes adaptaciones para combatir el salitre, así como animales espectaculares que en cuanto nosotros aparecemos querrían hacerse invisibles, como halcones, lagartos o innumerables insectos. En los pozos de marea, el mar sin cubierta mostrará algas e invertebrados de mil formas y colores.
  • En los costados de la costa rocosa, en los ríos que confluyen con el Cantábrico, aparecen marismas en cuyos praderas o prados fangosos se pueden observar con prismáticos aves que se acercan a refugiarse en sus interminables viajes o en busca de alimento. La playa de la desembocadura del Urola o la de Saturraran, han conservado el hábitat vulnerable de los arenales, cada vez más escaso.
  • Sobre el Arno hablé largamente en este otro artículo, y no repetiré nada en esta ocasión. Sólo recuerda que su encinar es el bosque más grande que hay en el seno del Geoparque. Las praderas de los alrededores de Olatz, por su parte, se encontrarán en primavera exultantes de flores y colores... — En este momento me vienen a la mente el mes de mayo, mes de las flores, y otras canciones parecidas esculpidas a fuego en nuestra memoria en aquellas arcaicas escuelas.
  • Y si os gusta subir a las montañas más altas, os invito a conocer el macizo calizo de Izarraiz. En los huertos, entre las peñas que afloran aquí y allá, encontraréis hayedos, bosques mixtos como de cuento y prados de ásperas hierbas donde el ganado pasta con calma.

 


Para terminar con esta reflexión sobre la biodiversidad, quiero aprovechar esta ocasión para la reivindicación. Y es que, como en el caso del clima o la energía, la biodiversidad también está sumida en una grave crisis. Y los principales factores que les han llevado a esta situación están bien identificados: la expansión desproporcionada de las especies invasoras, la continua pérdida de hábitats, la falta de protección de espacios naturales mayores y la falta de valentía para adoptar medidas realmente sostenibles de gestión ambiental. 

Y un rayo de luz ante la desesperanza, porque se ha demostrado que la naturaleza nos devuelve de sobra todo lo que hacemos por ella, y que es capaz de recuperar lo perdido con bastante facilidad. De hecho, como se puede leer en este artículo, publicado recientemente en la revista Sciencie, las iniciativas de conservación que se llevan a cabo a lo largo y ancho del mundo han tenido un claro efecto positivo sobre la biodiversidad y, al menos, han logrado amortiguar su descenso. Sin embargo, y esto es preocupante, estos esfuerzos no han conseguido detener el declive de la biodiversidad. Dicen que no han sido suficientes para ello y que hay que intensificarlos, insistiendo aún más en ello. Sin duda, el objetivo merece la pena.

Etiquetas: Ciencia